“A pesar de que aún hay mucho camino que recorrer en este tema, sí planeaba desde un principio que también hubiera una luz al final del túnel, porque Guadalupe siempre me ha hecho sentir así”, responde Elisa Suárez Juárez, directora del corto documental Noche fui, sobre la intención del trabajo realizado en Ambulante Más Allá. Un cambio de actitud rotundo frente a un tema que suele tener connotaciones tristes, ya que las personas trans suelen habitar el cine desde el victimismo.
Existen artículos que enumeran las tragedias que este grupo de la comunidad LGBTQ+ ha atravesado en guiones, desde muertes prematuras, depresión, crímenes pasionales y ataques de odio, incluso dentro de la misma comunidad. Sus historias terminan en situaciones nefastas que no dejan espacio para la esperanza. “Ella finalmente sobrevivió y ha podido hacer muchas cosas, nunca se ha rendido, también me parecía importante que se supiera que ella es una mujer activista y no solo una víctima”, continúa la directora.
Noche fui es una oda a la esperanza, ya que pone en primer plano la perspectiva llena de luz que Guadalupe ha proyectado a su alrededor y con la que ha vivido (y sobrevivido) a un mundo que rechaza lo diferente.
La lucha trans suele centralizarse: solo aquellas existencias trans socialmente aceptadas suelen visibilizarse, cuando la experiencia transgénero es tan amplia que reducirla a este pequeño grupo es tapar el sol con un dedo. Por ello, la historia de Guadalupe, originaria de Morelia, Michoacán, resalta frente a otras propuestas similares:
“Hace algunos años me encontraba en una búsqueda personal en la que quería abordar temas sobre activismo y diversidad sexual en Morelia, fui conociendo amigxs activistas que me mostraron que los espacios de sociabilidad históricamente marginados eran un elemento importante en los movimientos LGBTQ+, así un día me presentaron a un grupo de chicas trans y trabajadoras sexuales que se encontraban en una zona de tolerancia en Morelia y que además conformaban una asociación civil ‘Monarcas Libertad A.C.’, ellas como grupo ya habían pasado por muchas violencias y por eso estaban organizadas. Ahí conocí a Guadalupe, ella siempre fue muy sociable, las conversaciones eran muy interesantes sobre su vida y lo que había vivido con sus compañeras”, responde Suárez Juárez después de preguntarle sobre el interés en la historia de Guadalupe.
“Nos hicimos más cercanas cuando comencé a ir a la cocina económica que abrió cuando se retiró del trabajo sexual, durábamos muchas horas platicando, me contaba anécdotas graciosas, pero también sucesos muy complejos llenos de injusticias que finalmente eran la razón de haberse convertido en activista. Fue así como llegamos a la conclusión de que su historia debía ser contada; siempre pensaba en hacer un documental o algo audiovisual, buscar compañerxs para hacerlo, pero no sabía mucho sobre la realización de cine hasta que vi la convocatoria de Ambulante Más Allá y presenté la propuesta para ver la posibilidad de hacerlo”, continúa la directora.
Guadalupe encontró un punto de quiebre, un momento que la empoderó para organizarse con otras mujeres trans y volcar su vida al activismo. Una exploración dura pero imprescindible para entender su cambio de perspectiva.
“Lo más desafiante fue el rodaje en los antiguos espacios de trabajo de Guadalupe, porque eran lugares con historias muy difíciles de asimilar y también implicaban el escuchar algunas memorias fuertes, principalmente su experiencia con un desalojo militar que le sucedió en la década de los ochenta, aunque ella ya me lo había contado varias veces, no me imaginaba tantas cosas hasta ese día y fue un testimonial que nos marcó emocionalmente a todas las integrantes del equipo”, responde la directora al ser cuestionada sobre los desafíos de su primer rodaje.
Este desafío logra colarse hasta los espectadores en la escena clímax de Noche fui, es difícil respirar a la par de las memorias de Guadalupe, quien recrea esa noche traumática, incluso cargando un neceser encima de su cabeza, como los militares la obligaron a desalojar su lugar de trabajo en los ochenta. Pero después de una oscura noche, la luz siempre regresa, indicando que siempre hay un nuevo día que podemos habitar. Esos rayos de luz los podemos ver con una acontecimiento que marca el principio de un nuevo inicio para Guadalupe, el trámite de reconocimiento de identidad de género después de 57 años de espera.
Noche fui cierra con Guadalupe ataviada como en su juventud antes de dejar el trabajo sexual, “decidí mostrar su transformación al final porque era una actividad muy performática que siempre le gustó mucho y que actualmente ha dejado de hacer, la intención principal era el disfrute de ella misma, hacer un viaje por el tiempo y revivir ese momento. También fue importante hacer notar con esta última secuencia que a pesar de las violencias, Guadalupe es una mujer resiliente que quiere seguir disfrutando la vida por encima de todo.”
Un recorrido conciso y poderoso sobre la vida de una mujer que ama lo que hace y proyecta esa luz en el mundo, pero que a diferencia de otras historias, tiene un final que no es un final, sino un comienzo por el que se ha luchado toda una vida.
“Quisiera que el público sintiera la complejidad que hay en quienes viven como personas trans y del trabajo sexual, que es una lucha de sobrevivencia en un ambiente hostil y que es momento de que se respeten sus derechos como trabajadoras y como personas”, concluye Elisa Suárez Juárez.
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