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por Astrid Arellano ■  20 ene 2023
¿Quién mejor que nosotras para buscar?
La colectividad como factor esencial para las familias que buscan personas desaparecidas

“¿Quién mejor que nosotras para buscar, que sabemos lo que se siente tener un familiar desaparecido?” Cecilia Delgado sintetiza en esa frase la importancia de saberse acompañada en un colectivo conformado por mujeres que, como ella, han sufrido la ausencia de alguien que no ha vuelto a casa y que han tenido la valentía de unirse para encontrarles por cuenta propia.

Cecilia es la representante de Buscadoras por la Paz, colectivo originario de Hermosillo, Sonora, una de las siete grandes agrupaciones de búsqueda de personas desaparecidas y rastreo de fosas clandestinas que han surgido en el estado a partir de enero de 2018, desde que Mirna Nereida Medina, lideresa de las Rastreadoras de El Fuerte, llegó de Sinaloa para instruir a María Teresa Valadez Kinijara, fundadora de Guerreras Buscadoras de Sonora, en la creación del primer colectivo en el territorio, en la región Guaymas-Empalme.

María Teresa Valadez Kinijara, fundadora de Guerreras Buscadoras de Sonora

“Lo más fuerte creo que es la unión y saber que estamos juntas por ese dolor tan intenso que tenemos”, agrega la buscadora, “trabajar en equipo es fundamental”.

Y así lo han demostrado. Solo con el trabajo del colectivo de Cecilia, se lograron recuperar los restos de más de 100 personas a solo un año de su fundación. Este movimiento de madres, abuelas, hermanas, esposas, hijas y nietas de víctimas de desaparición en el noroeste de México se vislumbra imparable, pues los eventos han aumentado en municipios como Ciudad Obregón, Puerto Peñasco y Nogales, además de Huatabampo, Navojoa, Magdalena de Kino y Caborca, sitios donde las buscadoras han tejido una red de apoyo con pequeños colectivos hermanos.

“El colectivo nos da las ganas de salir adelante, de salir a buscar día a día a pesar de las circunstancias. Si no hubiera tenido un colectivo, a lo mejor no tuviera a mi hijo de regreso… y a muchos otros tampoco”, continúa la madre que, a pesar de haber encontrado los restos de su hijo Jesús Ramón en noviembre de 2020, a quien buscó por dos años por todos los montes y todos los cerros, en su memoria no dejó de buscar a los demás: los hijos de sus compañeras.

Cecilia Delgado, representante de Buscadoras por la Paz. Cortesía

En Sonora, son 4 mil 185 las personas desaparecidas y no localizadas, con corte hasta el 24 de agosto de 2021, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Secretaría de Gobernación (Segob). Además, de acuerdo con el reporte semestral del Registro Nacional de Fosas Clandestinas y Cuerpos Recuperados, Sonora es el quinto estado del país con la mayor concentración de cuerpos recuperados y el octavo en reportes de personas desaparecidas entre diciembre de 2018 y junio de 2021.

“Ver el sufrimiento en otras personas a veces me hace no enfocarme nada más en el mío. Quisiera decirte que no está aumentando la cantidad de personas que están conmigo, pero pasa cada día”, agrega Cecilia, “aumentan las desapariciones y aumenta el colectivo: nosotras ya somos más de 150”.

Por eso, estas mujeres buscadoras, en una larga cadena de sororidad, se han enseñado unas a otras a enterrar una varilla y a empuñar una pala para abrir la tierra. Se escuchan, acompañan, cuidan, reconfortan y se saben cercanas, pero también se capacitan, se especializan y encabezan una lucha para que el Estado mexicano les garantice el derecho de tener a sus familiares de regreso.

Para las y los periodistas, cubrir las dinámicas de la desaparición, la memoria y la resistencia de las familias no es una tarea sencilla. En un país que tampoco garantiza la seguridad de quienes ejercemos este oficio, también puede significar un riesgo. Sin embargo, somos parte de esa colectividad, del caminar juntas y hacer eco de sus pasos y sus palabras, sus sueños y sus exigencias.

En una ocasión, acompañé por primera vez un rastreo de fosas clandestinas en medio del monte, al sur de Sonora. En el Campo 30, una zona agrícola en abandono, las Guerreras Buscadoras de Sonora se abrían paso entre ramas y matorrales para excavar en la tierra en busca de sus tesoros, como llaman a sus familiares desaparecidos. Rodeadas por militares, agentes ministeriales y peritos, trabajaban sin descanso. Era una mañana calurosa, en abril de 2019, cuando el llanto de una mujer rompió el silencio.

“No llore, yo estoy con usted, yo sé lo que es sufrir, tengo un año diez meses buscando a mi hijo”, le decía una mujer a otra que creía haber encontrado el anillo de graduación que usaba su hijo en el momento de su desaparición. Lo acababa de extraer de una falange revuelta en la tierra.

“Hay que estar fuertes, por ellos”, continuó animándola, mientras la apretaba fuerte entre sus brazos, contra su pecho y le acariciaba el cabello, “¿nos puede seguir ayudando? ¿Sí? Qué bueno, porque hay mucho que buscar, ¡denle una varilla o una pala a esta señorita, porque tiene muchas ganas de trabajar!”

Esa fue la primera imagen que yo tuve sobre la fortaleza de cada una y de lo que significa para ellas estar juntas. Aquel día, en una jornada de siete horas y entre poco menos de 30 mujeres, recuperaron los cuerpos de 27 personas y, al día siguiente, los de otras tres.

“A muchas personas hay que impulsarlas a salir, diciéndoles ¡hey, vámonos a búsqueda! No importa el calor, no importa nada. Si no fuera así, creo que se hubieran quedado en casa”, afirma Cecilia y repite, “trabajar en colectivo es fundamental. De no tener uno, yo creo que estuviéramos más tristes… y con las manos vacías”.

SEMBLANZA

Astrid Arellano (Hermosillo, Sonora, 1992). Escribe y aprende sobre derechos humanos, mujeres, pueblos indígenas y desaparición de personas. Integrante de la red mexicana de periodistas A dónde Van los Desaparecidos y de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes. Recientemente fue becada en la segunda edición de Latinográficas, de El Surtidor de Paraguay. Egresó del programa Prensa y Democracia (Prende) en la Universidad Iberoamericana y fue becaria de la International Women’s Media Foundation (IWMF). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sonora y ganó el Premio Nacional de Periodismo 2019, en la categoría Reportaje.

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