Nocturnas | Nocturnes
Anirban Dutta, Anupama Srinivasan | India, Estados Unidos | 2024 | Inglés, hindi, bugun | Color | 83’
Una oscuridad profunda, ambientada por el eco de voces sigilosas, anuncia la llegada de la noche en la selva al este de los Himalayas. La armonía tejida entre cantos interespecie advierte la posibilidad de un universo oculto entre la vastedad de las tinieblas. Esta experiencia intimidante, que nos empuja a habitar el miedo y el asombro simultáneamente, adquiere un poco de ligereza gracias a la presencia de una luz fosforescente. Un grupo de figuras dispersas se muestra poco a poco en la penumbra. Entre zumbidos y aleteos, la cámara nos acerca a un panorama visual electrificante: una nube de polillas reposa sobre una pantalla iluminada. La espera y la observación prolongadas nos permiten trascender el estado inicial de parálisis nocturna para sumergirnos de lleno en una diversidad de siluetas, matices y texturas. Como si se tratara de un efecto hipnótico, nuestro espacio-tiempo se sintoniza con el goce extático que experimentan las polillas al contemplar la luz.
En Nocturnas, filme dirigido por Anirban Dutta y Anupama Srinivasan, el anochecer se presenta como un portal hacia sensibilidades alternas y formas inexploradas. La lentitud, la sutileza y la escucha atenta encauzan el acercamiento de una investigadora, Mansi Mungee, y su equipo de trabajo a un remoto ecosistema en el que habitan cientos de especies de polillas y mariposas nocturnas. A pesar de los fines científicos de su búsqueda, las hipótesis e interpretaciones permanecen ausentes en gran parte de su tránsito por la selva y, por ende, de la película. En su lugar, Dutta y Srinivasan optan por acompañar los ritmos y las pausas esenciales en los encuentros de Mansi con las polillas. La contemplación y la espera son constantemente invocadas a través de distintos elementos del entorno natural, como la transición a la noche, la precisión del ciclo lunar y el abrazo de la niebla. Esta alineación con otras temporalidades trastoca discretamente su principal herramienta de comprensión y estudio: la mirada humana.
Uno de los objetivos primordiales del trayecto emprendido por el grupo es la recolección sistemática de fotografías de las distintas especies que habitan la zona, con especial énfasis en las polillas halcón. Cada noche, Mansi y su equipo se dedican a capturar cientos de imágenes en un punto determinado de la selva. Una vez completado el mapeo del territorio, las fotografías serán procesadas digitalmente para clasificar y estudiar la anatomía de las polillas halcón.
Sin embargo, el acceso al conocimiento que prometía la imagen no se materializa en los términos deseados por el grupo de investigadores. En la práctica, el registro fotográfico se ve rezagado por contratiempos climáticos, dificultades en los traslados y, contra las expectativas de Mansi, anomalías en el comportamiento de las polillas. “Necesitamos entender este sitio desde la mirada de una polilla, y sospecho que eso podría tomarnos décadas”, advierte un miembro del equipo. Por si no fuera suficiente, una cantidad significativa de las fotografías recopiladas será probablemente desechada o de poco uso para la investigación. El paso de las noches expone a la imagen y al sujeto humano que la genera como incapaces de comprender la experiencia de la polilla.
El fracaso de las herramientas racionales en el encuentro con las polillas abre la puerta a nuevas formas de acompañamiento interespecie. Entregarse a estos ritmos de contemplación y escucha implica conectar con la sabiduría de seres que han habitado el planeta cerca de 300 millones de años y han sobrevivido a cinco eventos de extinción masiva. Presenciar la quietud y el silencio de las polillas, y abrazar sus misterios y secretos implica comenzar a desprenderse de las lógicas fundacionales del Antropoceno.
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