Leandro Koch, Paloma Schachmann | Argentina, Austria | 2023 | Español, ídish, alemán, rumano, ucraniano, inglés | Color | 117’
En la historia de una familia confluyen accidentes, particularidades y deseos íntimos, pero también eventos políticos y aspectos culturales y sociales que nos recuerdan constantemente el entretejimiento de las vidas individuales con acontecimientos mucho más grandes. Por ello, revivir la historia de una familia implica también sacar a la luz un pasado histórico que trastoca el presente y que le da una nueva dimensión. Éste es el ejercicio principal de Adentro mío estoy bailando: iluminar el amor que siente Leandro hacia Paloma con el resplandor que emite la herencia del pasado.
Leandro es un videógrafo que trabaja grabando bodas en Buenos Aires. En una de ellas conoce a Paloma, una clarinetista de klezmer, un género de música tradicional judía. Comienzan a verse, pero poco después Paloma debe viajar a Ucrania para participar en un proyecto de investigación sobre música judía en la región, que dirige un antropólogo estadounidense. Desolado por su partida, Leandro idea un plan para estar cerca de ella: decide hacer un documental sobre música klezmer en Europa del Este. Se pone en contacto con un viejo conocido que escucha su proyecto y que lo conecta con ejecutivos de la televisión pública austriaca, quienes deciden financiarlo. Con dinero y equipo, Leandro emprende un viaje por Rumania buscando músicos klezmer para filmarlos y con la meta de eventualmente reunirse con Paloma.
Esta suerte de road movie en clave romántica y musical nos permite, mediante las indagaciones de Leandro y Paloma en sus respectivos proyectos de investigación, conocer el pasado judío en Rumania, Ucrania y Moldavia. Hay al menos dos grandes eventos históricos que arrojan una sombra ominosa sobre la ausencia contemporánea de músicos klezmer en esa zona: la Segunda Guerra Mundial y la fundación del Estado de Israel. La primera desplazó a los habitantes judíos de la región y la segunda impulsó el hebreo como lengua oficial de la cultura judía, en detrimento del ídish, idioma en que tradicionalmente se cata la música klezmer.
Los grandes eventos históricos que poco a poco develan los motivos por los que Leandro pasa tantas penurias al no encontrar músicos klezmer son el contrapunto de una historia más personal: las memorias de la abuela de Leandro, quien habla de su juventud en la comunidad judía de Besarabia, antes de emigrar a Argentina. Las experiencias, narradas en ídish, su lengua materna, enlazan el viaje de Leandro con algo más que la búsqueda de una amor actual: son la prueba de que las raíces de su vida se entierran profundamente en ese suelo y tocan directa o indirectamente lo que ha ido descubriendo sobre el pasado de los judíos ahí. Lo que era una búsqueda romántica disfrazada de investigación antropológica se revela entonces también como una indagación sobre la historia personal.
El último tramo de la película es una deriva. Leandro descubre que apegarse a su proyecto de documental es más difícil de lo que había imaginado. Leandro y Paloma se pierden entre las ruinas de un pasado que los constituye a la vez que parece sellar la promesa de un futuro juntos. En esa continuidad está la prueba de que su vida actual es el producto de una historia cuyas vicisitudes y transformaciones no tienen una dirección precisa. Tanto las peripecias que afronta la abuela de Leandro debido a la guerra como la súbita desaparición de los músicos klezmer de Rumania dotan al pasado histórico tratado en la película de un aire de arbitrariedad. Los caminos de Leandro y Paloma, así como los de la historia, son caminos de errancia.
En medio de un mundo que parece desintegrarse lentamente, percibimos al final la prueba de que al menos lo esencial permanece: las personas todavía acuden a la música para sellar sus amores y compartirlos con su comunidad. En medio de los vaivenes de la historia, la música permite que dos espíritus perseveren juntos.
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